Microrrelatos Ganadores del Concurso: Por la Igualdad y contra la violencia machista 2025

  • Igualdad

21 de noviembre de 2025

Con motivo de la conmemoración del Día Internacional para la eliminación de la Violencia contra las Mujeres, 25 de noviembre de 2025, CSIF ha convocado un concurso de Microrrelatos: “Por la Igualdad y contra la violencia machista 2025”, con la finalidad de sensibilizar respecto a la igualdad entre mujeres y hombres y la importancia de la erradicación de la violencia de género.

Desde CSIF agradecemos la participación a las más de 600 personas que se han animado a participar y ponemos en valor la calidad de los microrrelatos recibidos.

Remarcamos la importancia de educar en Igualdad, así como de formar y concienciar a toda la sociedad sobre la lacra de la violencia machista.

El jurado, teniendo en cuenta la utilidad del microrrelato para la sensibilización en favor de la igualdad entre mujeres y hombres, así como la prevención y erradicación de la violencia de género, ha decidido que los microrrelatos ganadores sean:

  • Primer premio: “Ilusiones efímeras”. Autora: Emma Andreu Salazar
  • Segundo premio: “El dibujo”. Autor: Jesús Huertos de la Fuente
  • Tercer premio: “El sonido de las llaves”. Autora: Concepción Medinilla Rodríguez

Desde CSIF seguimos trabajando por erradicar la violencia de género. Recordamos que nuestras sedes de toda España están habilitadas como “Punto violeta contra la violencia machista” y además contamos con el trabajo de los delegados y delegadas sindicales en cada centro de trabajo. Detener la violencia machista, eliminar de la vida cotidiana expresiones y actitudes que atentan contra la mujer por el hecho de serlo y acabar con los roles que perpetúan la discriminación y la cosificación de las mujeres en todos los ámbitos, es cosa de todos y de todas.

Agradecemos la participación y damos la enhorabuena a las personas ganadoras.

 

  • Primer premio: “Ilusiones efímeras”. Autora: Emma Andreu Salazar

Me había comprado un vestido largo y unos pendientes bonitos, incluso fui a la peluquería, hacía tanto tiempo que no teníamos plan en nochevieja. ¡Que ilusión! era la ocasión perfecta para pintarme los labios rojos, Manuel siempre me dice que es un color un atrevido, aunque a mí me encanta. La verdad que de moda sabe bastante, siempre me aconseja como vestir. Me dice que una mujer elegante tiene que ser discreta y nada provocativa, que eso es de mujeres vulgares.

Llegamos al restaurante, llovía un poco, Manuel enseguida abrió su paraguas y me cubrió, es todo un caballero, incluso me cerró un poco el escote para que no pasara frío, nadie me cuida como él, tan atento.

Nuestros amigos nos estaban esperando ya en la mesa, saludamos a Luis y María, hacía tiempo que no nos veíamos, tanto tiempo que Luis me dijo que me veía guapísima y que el labial rojo me favorecía muchísimo. Nos sentamos a cenar y Manuel pidió una copa de vino, normalmente me suele pedir una copa a mí también, pero me extrañó que esta vez no lo hiciera. Lo sentía molesto, no sabía por qué. Le cogí la mano y le pregunté bajito, que qué le pasaba. No me contestó. Sentí una angustia tremenda, no dejaba de pensar qué podía haber hecho mal para que se molestara. Pero al poco tiempo lo entendí, fui al baño y me quité el labial rojo, yo sé que él estaba molesto. Le enfadaba que Luis pensara que soy una atrevida, aunque en el fondo me dijera guapa para quedar bien. Manuel es muy sensible y no le gusta que aparente algo que no soy, total, como siempre me dice, mis labios son bonitos y no necesitan ser pintados, sólo le hacen falta sus besos.

 

  • Segundo premio: “El dibujo”. Autor: Jesús Huertos de la Fuente

Hoy en clase la profe nos pidió dibujar a nuestra familia. Yo dibujé a mamá con capa y antifaz, como una heroína. Al lado dibujé a mi hermana, con la camiseta de Mbappe que la regalamos en su último cumpleaños. Y a mí, claro, con mi camiseta de dinosaurios.

Cuando la profe pasó por mi mesa, me preguntó por papá. Le dije que ya no vive con nosotros. Que antes gritaba mucho y hacía llorar a mamá. Que ahora vivimos más tranquilos. La profe se quedó callada, pero me acarició la cabeza. Yo seguí dibujando.

Mamá dice que nadie tiene derecho a hacernos sentir pequeños. Que las palabras también pueden doler. Que el amor no da miedo. Que no todas las batallas se ganan con espadas, algunas se ganan con abrazos.

Mi hermana me enseñó que las niñas pueden ser fuertes, correr rápido y decir lo que piensan. Yo le enseñé a ella a hacer aviones de papel. Nos cuidamos.

A veces mamá llora, pero luego se seca las lágrimas y nos prepara tortitas. Dice que llorar no es malo, que es como regar el corazón.

Cuando terminé el dibujo, escribí arriba: “Mi familia es valiente”. Porque lo somos. Porque aprendimos que el silencio no protege. Que hablar ayuda. Que querer es cuidar. Y que todos, niños y niñas, merecemos crecer sin miedo.

 

  • Tercer premio: “El sonido de las llaves”. Autora: Concepción Medinilla Rodríguez

Cada tarde, a las seis y media, el sonido de las llaves en la puerta le avisaba que él estaba de vuelta. Y aunque habían pasado más de sesenta años desde la primera vez que lo oyó, su estómago seguía temblando igual que cuando tenía quince.

“Es él”, pensaba, y una sonrisa se le escapaba antes de que la puerta terminara de abrirse.

No era un amor de película ni de promesas eternas. Era un amor tranquilo, de silencios que se entendían, de cafés compartidos al atardecer, de miradas que ya no necesitaban palabras. Un amor que había sobrevivido al paso del tiempo sin herirse, sin gritarse, sin intentar cambiar al otro.

Ella siempre decía que el secreto estaba en mirarse como iguales. En entender que ninguno pertenecía al otro, pero que ambos se elegían cada día. En pedir perdón sin orgullo, en hablar sin miedo, en cuidar sin asfixiar.

Claro que hubo días difíciles —porque la vida los pone siempre—, pero nunca días de miedo. Y eso, decía, marcaba la diferencia. Amar no era imponerse, sino acompañar. No era poseer, sino compartir el camino con respeto y con ternura.

Cuando alguien le preguntaba si todavía creía en el amor, ella solía reír bajito, con esa calma que solo dan los años, y respondía:

—Claro que existe. Escúchalo cuando alguien mete las llaves en la puerta y tu corazón todavía se acelera. Eso es amor. Del que no duele, del que cuida, del que te recuerda por qué vale la pena seguir aquí.

Y mientras él entraba con paso lento, ella volvía a sentir aquel cosquilleo adolescente. Porque el amor, el de verdad, no envejece. Solo aprende a hablar más bajito… pero con más verdad.

 

 

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