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Permítame, Señor Presidente:

Me dirijo a usted, desde la humilde opinión de un cartero de los de toda la vida con formación y espíritu de cartero rural, de los de alforja antigua y Vespa en astillero que conoció esta empresa de la mano de su tío, que trabajaba en Telégrafos y le traía gomillas, con las me he criado haciendo tirachinas y ballestas con palillos de la ropa. Porque, sí  Señor, yo conocí esta empresa con olor a lacre y a sacas. No sé si usted lo sabrá, pero el lacre se usaba para precintar los valores declarados que iban atados con un cordel.

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"Para mí, la motivación es la camaradería entre nosotros. No tener que doblar barrios cada día o soportar el acoso por parte de jefatura". 

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Pues bien, desde mi modesta opinión, me gustaría explicarle como veo lo que está pasando ahora. Aunque con mis estudios básicos de EGB carezco de conocimientos de coaching ni de auditorías para valorar la eficacia de los recursos empleados en marketing, ni de aviones de colores. Tampoco de monitores gigantes con contenido corporativo, entre otras razones porque apenas tenemos tiempo para levantar la cabeza de la mesa y ver esos monitores, destinados a aumentar nuestra motivación.

Para mí, un empleado de Correos de los de toda la vida, la motivación es otra cosa. Para mí, la motivación es la camaradería entre nosotros. No tener que doblar barrios cada día, no soportar el acoso por parte de jefatura ni este estrés laboral de ahora. Y esa publicidad entiendo que no es difícil de conseguir. Sólo hay que contratar carteros y subirles el sueldo para que puedan mantener a sus familias y su buen humor. Y eso, para nosotros, es bastante mejor publicidad que un avión de color amarillo.

En realidad, la mejor publicidad es el orgullo de pertenecer a esta casa y que esta casa te trate como mereces y te ayude a cumplir los plazos de entrega porque ese siempre fue el valor añadido de Correos. No los artefactos ni las auditorias. Creo que no hay que ir a Oxford o a Cambridge ni hacer Masters en Gestión empresarial para darse cuenta. Sólo hay que patear las calles y hablar con nuestras gentes y con nuestros vecinos y comprender que sus razones son nuestras razones. Pero hay que salir a la calle.

Sin más, se despide un servidor de usted y de ésta nuestra casa.

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